En una mano, sostenía con firmeza su vida, la que siempre, para bien o para mal, la había acompañado, había pasado buenos momentos, y sobretodo, malos, malos momentos que eran necesarios, sin duda, nunca los olvidaría, nunca querría olvidarlos, él era así por un cúmulo de circunstancias, un cúmulo de alegrías y desdichas que acostumbraban a ir de la mano, llantos y carcajadas, conceptos tan alejados, pero tan unidos...
En la otra mano, aguantaba a duras penas sus ideas, los sueños, todo aquello que podría, fantasías encubiertas de realidad, ganas de luchar, pero también se encontraba el miedo, la frustración, la vida truncada... Algo que ya había vivido y por lo que no estaba dispuesto a pasar de nuevo, sabía que lo podría volver a soportar, pero no era necesario, no, la imaginación y los engaños podían hacerle creer cosas que no quería...
Empezaba a cansarse, el agotamiento recorría su cuerpo, sus extremidades, y tenía muy claro que era problema de una de las dos manos... si cogiera algo con las dos, seguramente el peso se reduciría, se sentiría menos cansado y podría llegar al camino que había decidido, pero claro, agarrar una cosa, incluía a soltar la otra.
¿Que mano liberará? Sabía que soltando cualquiera, las alegrías podrían ser equiparables a las decepciones... pero ya había tomado la decisión.
Abrió el puño.